jueves, 25 de octubre de 2007

venir a españa para poder ir al país de al lado: ¿la paradoja de los escritores hispanoamericanos?

Como sabía que faltaba poco para la entrega de la versión 2007 del Premio Herralde de Novela, hace unos días entré a la página de Anagrama para averiguar la fecha en la que se daría a conocer el nombre de la obra ganadora. No encontré el dato que buscaba pero sí un comentario muy diciente con respecto a la última versión del premio:


‘Aparte de la calidad de todas las obras finalistas, cabe destacar la amplia presencia de escritores latinoamericanos, un reflejo de los numerosos manuscritos de dichos países que se han presentado al Premio. El resultado final confirma los pronósticos’.


Aunque por la vaguedad y el carácter descriptivo del comentario normalmente éste debería pasar desapercibido, el fallo del jurado amerita que no sea así:


‘Pasaron a la deliberación final las dos siguientes:


- La enfermedad, de Alberto Barrera Tyszka, Venezuela

- Muerte de un murciano en La Habana, de Teresa Dovalpage, Cuba


Resultó ganadora, por unanimidad, La enfermedad de Alberto Barrera Tyszka, Venezuela, y finalista Muerte de un murciano en La Habana de Teresa Dovalpage, Cuba’.


Revisando el listado de los finalistas y ganadores del premio queda claro que sobre todo durante los últimos años hay en él una presencia importante de autores hispanoamericanos. Aparte de Sergio Pitol, que ganó la segunda versión del premio, en el listado se destacan nombres como Roberto Bolaño, Andrés Neuman, Margo Glantz, Alan Pauls, Juan Villoro, Eduardo Berti, Alonso Cueto, Guadalupe Nettel, Alberto Barrera Tyszka y Teresa Dovalpage.


Esta es una buena noticia para quienes les gusta pavonearse de sus orgullos de patria porque ya no tendrán que seguir viviendo de las glorias pasadas: de ahora en adelante podrán sumar un par de autores contemporáneos a las obras de fundación nacional —tipo Martín Fierro, de José Hernández en Argentina, María, de Jorge Isaacs en Colombia o Doña Bárbara, de Rómulo Gallegos en Venezuela— y a los autores del boom latinoamericano —como José Donoso, Alejo Carpentier, Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa o Guillermo Cabrera Infante—.


Sin embargo, creo que lo más importante es que los escritores hispanoamericanos están frente a la posibilidad de superar las dificultades que tienen actualmente para darse a conocer por fuera de sus países. La falta de integración económica entre los distintos mercados nacionales anula la ventaja que representa en la América hispánica el hecho de constituir una vasta zona lingüística y de comprender distintas regiones conformadas por países que tienen importantes similitudes culturales.


Varios escritores colombianos que publican con editoriales pertenecientes a los grandes grupos transnacionales me han dicho que una de sus mayores frustraciones es que éstas no lleven sus libros a los otros países donde están implantadas. De hecho, un escritor que desde hace mucho tiempo goza de bastante reconocimiento en el ámbito local y que publica en una editorial perteneciente a uno de los grandes grupos españoles me dijo alguna vez que estaba pensando en presentarle su work in progress a una editorial más modesta pero con mayor proyección internacional porque estaba cansado de que aquella que venía publicando su obra hasta el momento no mostrara mayor interés por darla a conocer en los demás países donde tiene sede.


Ante esta situación ridícula a simple vista cobran valor las palabras de Guillermo Schavelzon cuando dice que 'la tarea fundamental de un agente literario es internacionalizar a un autor. Desde el punto de vista creativo, literario y económico la internacionalización es lo que le permite a un autor profesionalizarse —es decir, vivir de lo que escribe—'.


En síntesis, premios como el Herralde, el Alfaguara o el Biblioteca Breve ponen en evidencia que tal vez la obtención de algún tipo de reconocimiento en España sea la mejor forma que tienen los escritores hispanoamericanos de darse a conocer en los países vecinos. Aunque en apariencia es una paradoja que estos escritores tengan que pasar por España para poder atravesar la frontera que los separa del país de al lado, a la larga esta lógica tiene mucho sentido debido tanto al tamaño de la industria editorial española como a la influencia que ésta ejerce en Hispanoamérica.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Premios como el Herralde ponen en evidencia que tal vez la obtención de algún tipo de reconocimiento en España sea la mejor forma que tienen los escritores hispanoamericanos de darse a conocer en los países vecinos.