sábado, 8 de septiembre de 2007

lecturas de fin de semana [ 45 ] / 'más best seller que gran literatura'

Tal vez la investigadora y escritora Luz Mary Giraldo sea la persona que ha hecho los estudios más rigurosos y sistemáticos sobre la evolución de la narrativa colombiana contemporánea y el estado de ésta en distintos momentos. Entre sus trabajos sobre este tema se destacan los estudios Narrativa colombiana: búsqueda de un nuevo canon y Fin de siglo. Narrativa colombiana, así como las antologías de relatos Nuevo cuento colombiano. 1975-1995, Cuentos de fin de siglo, Cuentos caníbales, Ellas cuentan y Cuentos y relatos de la literatura colombiana.


A continuación reproduzco un interesante artículo bastante crítico a propósito de los rasgos que caracterizan la escritura de los autores jóvenes colombianos que escribió Luz Mary a propósito de Bogotá 39 y que fue publicado en la edición de esta semana de la revista Cambio.


Más best seller que gran literatura

Por Luz Mary Giraldo

Es frecuente oír, sobre todo a través de los medios, que la literatura colombiana "goza de buena salud" porque es exitosa en publicidad y ventas. La reciente convocatoria al encuentro internacional de escritores llamado Bogotá 39, realizada por la Secretaría Distrital de Cultura y Hay Festival, obedeciendo al reconocimiento de la UNESCO a Bogotá como Capital Mundial del Libro, de manera particular propuso, quizá caprichosamente, reunir autores menores de 39 años de diversos países de Latinoamérica, para tomarle el pulso a la literatura. Fue evidente la ausencia de poetas, dramaturgos o ensayistas, confirmando así la hegemonía de un género que muchos aprovechan para hacer de su biografía materia literaria, antes que asumir el carácter reflexivo, crítico o meditativo que exigirían los otros géneros o autores.


Sin duda el encuentro fue interesante: escritores con mayor o menor número de publicaciones no solo tuvieron la oportunidad de conocerse entre sí sino la de presentarse en diversos escenarios y ante distintos públicos, dejando ver inquietudes comunes y manifestando algunos claridad sobre cómo, por qué, para qué y sobre qué escriben. Si se hiciera un balance más amplio de lo que está pasando en la literatura colombiana, es necesario reconocer la existencia de los otros géneros e ir más allá de las edades de unos autores.


Si tomamos como paradigma el boom narrativo latinoamericano que en la década de los 60 definió la literatura a partir de unos autores claramente comprometidos con las ideas revolucionarias de entonces, es claro percibir en ellos conciencia de la historia, necesidad de buscar y experimentar nuevos lenguajes, de construir ficciones a partir de realidades concernientes a todos, y de reconocerse en sus propios países y ante el mundo. Estimulados por lectores universitarios, traductores y críticos y, según señalaron autorizados escritores y estudiosos, fueron inicialmente convocados por una destacada editora y un notable escritor, a partir del deseo de internacionalizar la novela latinoamericana, agregando también que era necesario aprovechar el vacío literario que había en Europa y Norteamérica. Como a las fiestas, encuentros o congresos no fueron invitados todos los autores, algunos de los "desconocidos" no sólo vivieron la injusticia poética, sino hicieron un silencioso camino, mientras otros contando con más fortuna han logrado, especialmente en los espacios académicos o gracias a lectores rigurosos, ser rescatados del olvido.


En el caso colombiano, Gabriel García Márquez (autor del boom) y Álvaro Mutis son definidos como figuras tutelares de la narrativa colombiana. La crítica o sus lectores no vacilan en aceptar de manera reverencial sus escritos. Dolorosamente algunos de sus contemporáneos no han logrado o no lograron merecido reconocimiento nacional o internacional. Mirando las últimas décadas, es necesario subrayar que en Colombia existen, como en Latinoamérica, autores que deslindados del boom o del macondismo, se dieron a la tarea de explorar en la vida y la experiencia de la ciudad y sus individuos, en la historia y sus procesos, en las diversas formas de pensamiento y escritura, llegando a ser, como lo dijera a mediados de los 70 y vaticinadoramente el crítico uruguayo Ángel Rama, "contestatarios del poder". Críticas e irreverentes, sus ficciones no siempre apelan a un lector corriente ni hacen concesiones: participan de la crisis de la modernidad y les corresponde vivir el desencanto de las utopías, lo que claramente se percibe en esas obras que indagantes reflejan nexos con la tradición, experimentan e ironizan, expresan la interioridad y juegan con diversos recursos que les permitan la creación de entes de lenguaje y seres de ficción.


Con el paso del tiempo a algunos interesa menos lo experimental y acuden a relatos que reflejan la tensión y el estado alarmante de nuestra realidad y cultura, haciendo señalamientos a la crisis de valores y del lenguaje. Si el cine europeo neorrealista y existencialista incidía en las visiones de mundo de los anteriores, el periodismo, la literatura negra, el llamado realismo sucio, el vértigo del cine contemporáneo, la música en sus variantes del rock o del pop, la cibernética, la velocidad, entre muchas de las formas actuales de expresión, rigen su cotidianía y sus expresiones literarias.


Con pocas excepciones, los menores de 39 y otros "mayorcitos", llamados "hijos de los hippies" por uno de los invitados al último encuentro, responden en general al espíritu del presente: renuncian a los grandes pensamientos y a las exploraciones estilísticas. Escépticos antes que desencantados, exponen la realidad desde su experiencia o biografía, al apelar a temas destacados por el periodismo rojo o amarillista, contribuyendo así al interés de la cultura masiva que las editoriales y los medios facilitan en búsqueda de un mercado en el que lo que importa es lo que se vende.



Todo autor quisiera ser best seller. Pero no a todos los autores les interesa hoy escribir la obra literaria. En la perversa ley del mercado es más importante lo que más venda, situación problemática si define políticas culturales cuando no se cuestiona si todo lo que brilla es oro. Me viene a la memoria un comentario que le oí hace varios años a una reconocida escritora, cuando afirmó que quería hacer una literatura no para la posteridad sino para vivir más que decorosamente, así fuera escribiendo guiones para telenovelas o seriados, o relatos sobre temas que llamaran la atención de un público amplio. Optó por lo último y le va muy bien. Recuerdo, también, lo que en alguna mesa redonda de escritores de diversa trayectoria, afirmara hace un tiempo uno de los autores que asistió a Bogotá 39: "a mí me gusta escribir y si eso da billete, mejor todavía". Juzguen los lectores. Esto sucede hoy cuando otros autores nuestros y de otros contextos conservan una actitud contestataria radical y no hacen pactos con la sociedad de consumo

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