viernes, 20 de julio de 2007

summertime [ 9 ] / los problemas de una mala distribución

Tal vez la distribución sea una de las instancias más críticas del negocio editorial a este tema me referí en una entrada hace un tiempo. Para garantizar la buena salud de una editorial no basta con reclutar buenos autores, ni con publicar libros excelentes ni con hacer una producción impecable. Si los libros no están en las librerías o si están allí pero no se ven, pues no se venden. En síntesis, una mala estrategia de distribución puede acabar rápidamente con una buena editorial.


Algunas experiencias que he tenido en las últimas semanas al buscar un par de libros han puesto en evidencia la manera como una falla en el sistema de distribución puede convertirse en todo un problema para el lector, para el autor y para el editor:


Caso 1: Los demasiados libros, de Gabriel Zaid


Hace seis años fotocopié y leí Los demasiados libros cuando estaba haciendo mi trabajo de grado sobre tendencias y hábitos de lectura de narrativa contemporánea. Como para una entrada que estaba escribiendo necesitaba una cita de Zaid, me pareció que ésta era una buena oportunidad para comprar el libro. Me paré de mi escritorio, caminé hasta La Central de Mallorca y la dependienta malencarada a la que le pregunté si tenían Los demasiados libros me dijo: ‘Ese libro está fuera de circulación’. Le pregunté si por casualidad lo tendrían en La Central del Raval y me dijo que tal vez si buscaba en otras librerías podría encontrarlo.


Como mi mejor forma de obsesionarme con algo es no conseguirlo, salí nervioso de la librería y subí corriendo las escaleras hasta la oficina. Tan pronto como llegué me metí a la página Web de la librería Laie y llamé a preguntar si tenían Los demasiados libros. La persona que me contestó me dijo que no lo tenían y me preguntó si quería encargarlo. Sin pensarlo dos veces le dije que sí y le pregunté cuánto tardaría el libro en llegar y cómo haría yo para saber que había llegado.


Como quería tener el libro “aquí y ahora”, a la hora del almuerzo me pegué una escapadita a Abacus con la esperanza de encontrarlo. La respuesta del tipo que estaba detrás del mostrador no podría haber sido más descorazonadora. Sin siquiera mirar en el sistema, me botó una frase lapidaria: ‘Ese libro está agotado. Las últimas cinco veces que lo hemos pedido los distribuidores nos han dicho que no lo tienen en stock’.


Ese mismo día en la tarde me fui a la Fnac y cuando con un tono escéptico en el que, sin embargo, había algo de esperanza pregunté en el punto de información si tenían Los demasiados libros, la dependienta me sacó esta perla: ‘No, no está. De hecho, no lo tenemos desde 2003. Lo siento’.


Al borde de la desesperación, en el camino hacia mi casa me desvié para ir a la librería Documenta. Con su sonrisa habitual, el que parece ser el dueño de la librería me dijo que no tenían el libro y que si quería encargarlo lo tendría en una semana o diez días.


Después de llamar cada día en la mañana y en la tarde tanto a Laie como a Documenta, ayer ambas librerías me notificaron con un par de días de retraso que el libro había llegado —anoche empecé a leerlo y ya encontré la cita de Zaid sobre los libros y la conversación que tuve que parafrasear en la entrada en la que la necesitaba—.


Caso 2: Un viaje de ida y vuelta, de varios autores [Nicanor Gómez Villegas y Antonio Lago Carballo (editores)]


La semana pasada le dije a Sergio Vila-Sanjuán que desde hace un tiempo estaba muy interesado en la influencia de los exiliados españoles de la Guerra civil en el desarrollo de la edición en América Latina. Sergio me recomendó un libro que publicó Siruela hace poco y que yo no conocía. Se trata de Un viaje de ida y vuelta.


Al día siguiente de mi cita con Sergio cuando iba para la oficina pasé por La Central de Mallorca y me dijeron que allí no lo tenían pero que en La Central del Raval sí. Una vez allí busqué Los demasiados libros en la estantería en la que están los títulos relacionados con la historia del libro pero como no lo vi por ningún lado, le pregunté al dependiente de la caja dónde podría encontrarlo. Buscó en la base de datos y me dijo que el libro estaba justo donde yo había estado buscándolo. Como soy más bien distraído y poco paciente a la hora de buscar las cosas, pensé que seguramente no había mirado con el cuidado suficiente. Entonces busqué el libro por el nombre de los editores. Como no lo encontré, luego lo busqué por el título. Y como esta vez tampoco lo encontré, revisé lomo por lomo todos y cada uno de los libros de la sección.


Frustrado, le pedí ayuda a una dependienta de pelo blanco que estaba sentada en un punto de información al lado de la sección donde debía estar el libro. Revisó la base de datos, le echó un vistazo rápido a la estantería y me dijo. ‘Pues no está’. Otra vez empecé a ponerme nervioso. ¡‘Pero si el libro está en el sistema es porque sí lo tienen!’, le respondí. Sin la menor señal de irritación, la dependienta de pelo blanco zanjó la discusión de una manera tajante: ‘Eso no quiere decir nada’.


Vale. Respiré profundo, me serené, me dije a mí mismo que no era grave si no tenía el libro “aquí y ahora”, respiré profundo una vez más y decidí que al día siguiente iría a Abacus a encargarlo. En la sección de librería especializada me tomaron los datos, me dieron una constancia de mi solicitud y me dijeron que el libro tardaría unos días en llegar y que me llamarían tan pronto como lo tuvieran.


Todo esto para decir que si los distribuidores y las librerías no cumplen su función diligentemente están tirando a la basura el trabajo de autores y editores, por lo cual de nada sirve que estos hagan el esfuerzo que representa escribir y editar libros.

9 comentarios:

Javier Moreno dijo...

Una anécdota similar de hace un par de meses, con final, digamos, feliz.

martín gómez dijo...

Los que actualizan los sistemas de info de las librerías y algunos dependientes de éstas ocupan un lugar privilegiado en mi lista negra.

Y bueno, siempre me ha parecido raro eso de que el audio libro haya pegado sobre todo en Estados Unidos (no sé si en otros países anglosajones también lo ha hecho). Imagínese El coronel no tiene quien le escriba leído por el costeño de Dejémonos de vainas o La vorágine en la voz del difunto Juan Harvey Caicedo.

Por culpa suya acaban de volver a darme ganas de llegarle a un audio libro para matar la curiosidad.

Javier Moreno dijo...

Yo no recomiendo la experiencia del audio libro. Escuchar me parece una tarea mucho más pesada que leer, por alguna razón. No debería ser así, pero eso me pareció.

Los audiolibros son populares en EEUU porque se adaptan muy bien a los tiempos muertos del trabajador: su eterno conmutar por trenes, metros y autopistas. Esas cosas también ocurren en otros paises, pero nunca al mismo nivel gringo. Supongo que los hábitos de lectura también influyen.

Belnu dijo...

Pero los audiolibros sirven para la gente mayor que pierde definitivamente la vista... En Francia están muy extendidos para ese mercado de ciegos y suelen ser voces de actores famosos...
En cuanto a los libreros y sus torpezas, tengo yo unas cuantas historias similares...

martín gómez dijo...

En todo caso voy a experimentar con los audio libros para tener un tema de conversación y de golpe sacar una entradita. ¿Será que puedo anticipar el resultado de la experiencia?

Isabel, de hecho por lo que me contaste de tu editor me acordé mucho de ti cuando escribí esta entrada.

Anónimo dijo...

¡Qué irónico que te haya ocurrido eso con "Los demasiados libros" que justamente habla de este tema!

martín gómez dijo...

jeje. La verdad es que Zaid es muy certero en sus apreciaciones. Quién sabe que diría si conociera mi historia.

Anónimo dijo...

No es un problema de libreros, es un problema de tirada, política editorial y distribución. Nada más. Un error en una base de datos no es para llorar. Si el libro está agotado, está agotado y no hay nada que hacer. Tómense el trabajo de buscarlo en librerías de usados.

martín gómez dijo...

Perdona pero los casos expuestos, en los que claramente los libros no estaban agotados, muestran cierta negligencia de parte tanto de los distribuidores como del personal de las librerías (que son los intermediarios necesarios entre el libro y el lector).

Y bueno, los errores en las bases de datos no hacen más que poner en evidencia la importancia de contar con información de buena calidad para prestarle al cliente el servicio que se merece. Ahora bien, si verdaderamente el libro está agotado pues las librerías de usados sí que son un buen recurso.