domingo, 8 de julio de 2007

lecturas de fin de semana [ 31 ] / 'la novela negra se dispara'

En el número de esta semana el suplemento El Cultural publica una entrevista de Nuria Azancot a cuatro destacados autores españoles del género negro en la que les pide que expresen su punto de vista con respecto tanto a las influencias como a las tendencias más importantes de éste.


La novela negra se dispara
Nuria Azancot


Lorenzo Silva, Jorge M. Reverte, Andreu Martín y Alicia Giménez Bartlett descubren las claves del género


Tal vez sea el calor, o el cansancio. O la violencia cotidiana que todo lo corrompe. Lo cierto es que nunca la novela negra había conocido en España un éxito como el actual. Y no hace falta ser Maigret ni Poirot (o el Wallander de Mankell) para comprender cuánta culpa tiene en ello la Semana Negra de Gijón, que celebra este año su XX edición y que mañana da comienzo con la salida desde Madrid de un tren cargado de autores. Además, RBA ha creado un premio dotado con 125.0000 euros, el más importante del mundo en su género, y se multiplican las novedades y el interés del lector. El Cultural ha invitado a Andreu Martín, Alicia Giménez Bartlett, Jorge M. Reverte y Lorenzo Silva, cuatro de nuestros más destacados autores “negros”, para que desvelen sus secretos. Y anticipamos el comienzo de Zapatos negros, la última novela de Henning Mankell, que edita Tusquets en otoño.








–¿Es posible hablar de una novela negra a la española?


Andreu Martín: Sin duda. Desde que, en los años 80, con Vázquez Montalbán, Juan Madrid, Julián Ibáñez, Martínez Laínez, etc, rompimos años de silencio o abulia y creamos un auténtico movimiento innovador y redescubridor, hay una novela negra española.

Lorenzo Silva: Desde luego, es perfectamente posible, sobre todo si nos sacudimos ciertos complejos que nunca han tenido mucho sentido pero que ahora tienen todavía menos. La española es una sociedad desarrollada, compleja, llena de contradicciones y conflictos. Es, por desgracia, un caldo de cultivo ideal para toda clase de criminalidad, sin que nos falte ya de nada, desde las más diversas mafias hasta asesinos en serie. Y la manera de enfrentar esa realidad es peculiar y distinta del modo en que lo hacen otros: aunque sean homologables en muchos aspectos, ni nuestra policía ni nuestros jueces son como los de Francia o Inglaterra.

Alicia Giménez Bartlett: Yo, en cambio, no creo que pueda hablarse en propiedad de una novela negra española. Ha habido precedentes muy notables como García Pavón o Vázquez Montalbán, pero han sido escritores aislados, jamás dentro de una corriente o una tradición. Actualmente somos un puñado los novelistas “negros”, pero ignoro si se puede hablar de nosotros como de “grupo”. Supongo que no. Sin embargo, sí tenemos un espacio en la llamada “novela negra europea”, que vive un momento esplendoroso. Por primera vez esta novela ha superado en interés y renovación a la novela negra norteamericana. Incluso los críticos de Estados Unidos le conceden un lugar excepcional.

Jorge M. Reverte: Pues lo que yo creo es que hay novelas negras escritas por españoles. No me parece que sea muy correcto decir que haya, por ejemplo, una escuela de escritores a la española. Yo, al menos, no me siento partícipe de nada parecido. Ni escribo intentando seguir un canon prefijado ni me he hecho socio de ningún club de escritores. Otra cosa es que algunos de ellos me parezcan muy buenos.

El amigo americano

–¿En qué se diferencia de la norteamericana, la inglesa o la sueca (con Mankell como ejemplo principal), ahora tan de moda?


A. Giménez Bartlett: La diferencia con la novela anglosajona parece estribar en un mayor tratamiento de temas sociales. También en una huida de los estereotipos. Los temas se tratan con mayor profundidad y realismo. No hay grandes asesinos en serie sino una mirada al mundo del delito real, significativo socialmente. ¿La diferencia con Mankell? Hay quien separa novela europea nórdica y mediterránea. Los detectives del sur somos más vitalistas y con mayor sentido del humor.

J. M. Reverte: Hay una influencia notable de los escritores de novela negra norteamericanos sobre escritores españoles, que está radicada en el lenguaje cinematográfico. No hay que olvidar que Chandler o Hammet tenían esa referencia. La diferencia no puede ser otra que el paisaje humano y geográfico. Pero las diferencias son enormes entre autor y autor, y no vienen dadas por la nacionalidad, sino.

A. Martín: Bueno, se ha llegado a hablar de una novela negra mediterránea contrapuesta a una literatura del norte. Aquí, somos más hedonistas: nuestros personajes se detienen a comer, y a comer bien. En realidad, más que eso, es que la novela negra describe una sociedad muy próxima al lector y éste siempre se identificará más y mejor con una novela que le hable de aquello que conoce o cuya autenticidad puede comprobar sólo con salir a la calle. La realidad americana, sueca o inglesa nos la creemos bajo palabra de honor, pero es muy diferente y lejana de la nuestra. Y el tono con que se relata y el código moral asumido. Se puede hablar de corrupción y de crimen organizado en general, pero los españoles entenderemos mucho mejor Pájaro en mano, de Juan Madrid, que habla de la corrupción en Marbella. La policía y el funcionamiento de la justicia son completamente distintos en un país y en otro.

–Llevan muchos años cultivando el género: ¿cuál es el mayor cambio que han experimentado en estos años como autores?


L. Silva: Yo he mantenido desde el principio mi convicción de que en la novela negra, como el cualquier clase de novela, la clave está en los personajes. En que tengan empaque y una personalidad distintiva, tanto los principales como los más secundarios. Si la novela negra es una novela social, su valor depende del mosaico de individuos que acierte a recoger. He evolucionado en cuanto al tipo de personajes que muestro, procurando acompasarme a los cambios en la sociedad española, y también en cuanto a la profundidad con que retrato a los protagonistas. Cada vez me interesan más ellos, lo que son y sienten mientras hacen su trabajo.

J. M. Reverte: Yo, más que cultivar el género he utilizado algunos códigos del género para contar ciertas cosas. De mi serie de Gálvez se ha dicho también que es novela de humor o costumbrista, o de seres desvalidos. Es decir, el género me cae encima más que otra cosa. Hay un impulso taxonómico evidente en nuestro país que fuerza eso. A mí, en realidad, cuando me preguntan sobre qué género cultivo digo que la novela. Cambios en la serie de Gálvez ha habido muchos, porque el personaje ha ido envejeciendo.


A. Giménez Bartlett: He notado un mayor interés por el género en todas partes y cuando voy a países extranjeros observo que la curiosidad por la nueva sociedad española es creciente. Los lectores me fríen a preguntas de ese tipo. En España es obvio que ha variado la consideración que la gente tiene sobre la policía. ¿Cambios en la forma de escribir? No creo que los haya. Nuestros temas, atentos a la realidad, se han actualizado, poco más.

A. Martín: En mi caso el mayor cambio ha sido el sosiego. La profundidad. La conciencia de lo que estoy haciendo y por qué lo estoy haciendo. Por qué elijo ficción y no reportaje. La incorporación del sentido del humor.


–¿Y el publico? ¿Exige ahora más sangre y sadismo, o sigue premiando el ingenio a lo Agatha Christie?


A. Martín: Me está hablando por las dos puntas de una evolución trascendental. Estamos pasando de la época de la literatura a la época de la imagen, de la época de la reflexión a la época de la acción, de la época de la simbolización a la época de lo concreto. La sangre y el sadismo forman parte de la imagen, de lo concreto e inmediato. El ingenio pertenece a la literatura. Pero quizá Agatha Christie nos queda anticuada. Deberíamos decir que a la visceral novela negra que nos descubrieron los americanos se añade el componente inevitable del ingenio, o no estaríamos hablando de literatura.


L. Silva: Como decía Chandler, al público hay que acertar a persuadirle de que se interese por lo que tú le quieras contar. No apostaría a que por ser más sanguinario o más ingenioso vas a gustar más; las modas acaban saturando siempre. Creo que el lector busca personajes originales, con los que simpatice (o que le perturben, que también vale), y una mirada sobre la realidad que también tenga su sesgo propio. Confiar en casquería para impresionar al lector me parece una falta de respeto en la que un novelista no debe incurrir.

A. Giménez Bartlett: Me imagino que hay un público para cada cosa. No creo que todos los lectores se hayan convertido en bestias pardas sedientas de sangre. Pero ya no hay lectores inocentes a los que se sorprende con facilidad con una trama entretenida. No sé, si supiera lo que el público quiere le vendería el secreto a los editores por una buena pasta.







Hammet, el maestro
–¿Cuáles son los tres nombres fundamentales del género negro?


L. Silva: Dashiell Hammett, que propuso para siempre el arquetipo del detective “hardboiled”, además de practicar como casi nadie el distanciamiento moral. Jim Thompson, que hizo de la desnudez en la presentación de personajes y circunstancias un arte y llevó la eficacia narrativa a un extremo difícilmente igualable. Y Chandler, el que mejor supo conectar la novela negra con la tradición literaria occidental (en el fondo, Philip Marlowe, desfacedor de entuertos que a menudo acaba apaleado, no es más que un Quijote trasplantado a California) y acertó a hacer del detective un personaje humano, sentimental e irónico.


A. Martín: Es muy difícil resumir todo el género a tres nombres, pero vaya. Me arriesgaré: Arthur Conan Doyle, porque fue el creador del género, del personaje, de la saga, de la estructura que nos sustenta. Dashiell Hammett, porque es el mejor representante de esa escuela norteamericana que revolucionó el género acercándolo a una nueva realidad. Y lo cito dando por supuesto que hablar de Hammett nos traerá a la mente, inevitablemente, a Chandler. Patricia Highsmith, gran innovadora, profundizadora, analista, genio del género, conocedora como nadie de los aspectos más perversos de la especie humana. (Pero la misma limitación a tres hace falsa esta respuesta, porque también deberíamos hablar de la importancia de Simenon –que humaniza el género negro trayéndolo a la manera de ser europea–, o Manuel Vázquez Montalbán –que lo revoluciona haciéndolo genuinamente español–, o Manchette –que cambia el punto de vista al ritmo del mayo del 68–...)

J. M. Reverte: Hammet es el clásico, porque crea un lenguaje propio y, además, aporta una temática que es nueva en su momento. Esos personajes desalmados que le sirven para explicar la rudeza del mundo que vive. Chandler es directamente un profesional de la cosa, capaz de crear arquetipos como Marlowe. Boris Vian utilizó los códigos para montar una salvajada de antología en Escupiré sobre vuestra tumba. En realidad Hammet y Vian son los que más me interesan, porque escriben novelas espléndidas, repletas de novedades de todo tipo.

Nuevos delitos, ¿otras novelas?
–¿Cómo se reflejan en sus novelas los delitos que imponen los nuevos tiempos (corrupción, blanqueo de dinero, tráfico de drogas)?


J. M. Reverte: Bueno, cuando aparecen estas cosas lo que hago es documentarme para que sean fieles a la realidad, que es lo que se le exige a una novela realista. Pero, insisto, lo que más me interesa de practicar este tipo de narración es el tratamiento de los personajes y el punto de vista.

A. Giménez Bartlett: Yo creo que se reflejan las condiciones sociales que propician nuevos delitos, como por ejemplo, la explotación y abuso de los inmigrantes. Sin embargo, soy contraria a los casos demasiado “tecnológicos”"; a un delito basado solo en internet le faltan elementos humanos. Me gusta que en el fondo de las investigaciones palpiten elementos muy primarios: la pasión, la venganza... Si nos centramos solo en el dinero la cosa pierde fuerza.

Metáforas del descarrilamiento


A. Martín: Más que un interés por reflejar los nuevos tipos de delitos, tengo interés por reflejar la sociedad, y aquellos aspectos que no le gustan de ella. Naturalmente, eso implica nuevos delitos, pero creo que es tema que podemos dar por sabido. Lo que a mí me importa es la manera como los delitos son percibidos por el ciudadano, los miedos que comportan, cómo influyen o cambian los hábitos de la sociedad.

L. Silva: Están ahí, forman parte del paisaje, como en la vida misma, y ocasionalmente se insertan en la trama y tienen en ella su importancia. También las nuevas técnicas policiales, que parten de la dinámica de esos delincuentes, a menudo bien organizados, y otorgan una importancia antes desconocida a los elementos tecnológicos, las investigaciones financieras, etcétera. Pero confieso que me atrae más el delincuente no profesional. El que se convierte en asesino sin que el asesinato sea su negocio. Porque en su peripecia podemos hallar una metáfora del descarrilamiento al que todos estamos expuestos, y no sólo los típicamente “malos”.

–¿Por qué la novela policiaca sigue teniendo mala fama entre los gurús de la cultura? ¿Cómo demostrarían que no es un género menor?


A. Giménez Bartlett: ¡Ah, y yo qué sé! Aunque me temo que es un caso sólo español. Yo creo que los gurús españoles son un poco paletos. Tienen la sensación de que custodian una llama sagrada que solo está al alcance de unos pocos. Pero yo, y como yo todos mis colegas “negros”, estamos hartos de dar conferencias en universidades donde los profesores de literatura consideran que sus alumnos deben leer novela policial. También se hacen tesis doctorales sobre nuestros libros y... en fin, ¿para qué seguir?, es una polémica un tanto ridícula. El género negro no es menor aunque resulta menos arriesgado que una novela general. Al menos tienes unas normas mínimas a las que agarrarte. En literatura general te la juegas siempre.

L. Silva: Porque se vende (o se ha vendido mucho), porque se hacen películas a partir de ella y porque es siempre muy narrativa y tiende a ser poco retórica (lo que no suele ir en línea con los gustos de los gurús). Los mejores argumentos contra este tipo de actitudes son los que se sacan de la obra de los grandes escritores que han hecho novela negra. El género, bien llevado, permite como pocos otros un análisis de la sociedad en todas sus paradojas y del ser humano en todos sus claroscuros, y una meditación profunda sobre el mal. Y esto, para mí, es pura literatura, y sólo como literatura, además, puede hacerse.

A. Martín: Me resulta muy difícil responder a esta pregunta sin caer en el insulto porque la verdad es que considero esa actitud de desprecio como una agresión injustificada a mi profesión. Simplemente diría que nos ignoran porque ignoran.


J. M. Reverte: Yo no sé si tiene mala fama. Sí es cierto que hay críticos perezosos que necesitan clasificar por géneros y, una vez alguien ha caído en la jaula, queda enclaustrado en un género menor. Pero no pasa nada, también Cervantes está metido en lo de la novela de caballerías, que ya sabemos que era puro entretenimiento.

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