viernes, 8 de junio de 2007

lugares comunes

En su blog The Art of Fiction, Mauricio Salvador hace una convocatoria para la creación de un nuevo diccionario de lugares comunes tanto en la crítica de libros, como en los argumentos a los que recurren los autores para justificar su obra. “Durante algún tiempo hemos estado dándole vueltas a la idea. ¡Hay tanto material allá afuera!”, dice Mauricio.


Mauricio cita perlas recurrentes en la crítica como éstas:


- “Una prosa que no deja concesiones”

- “El verdadero protagonista es el lenguaje”


Por el lado de los autores, algunos de ellos terminan descubriendo el agua tibia con sus intentonas experimentales. Mauricio también da cuenta de los ímpetus vanguardistas de ciertos autores que desde hace varios años han hecho las delicias de los académicos de corte postmoderno:


"La idea de la novela me da mucha desconfianza. Es por eso que en mi novela me propuse hacer una crítica de la idea de novela, desarmarla, jugar con los géneros".


Y con respecto a este tipo de manifiesto lúdico – deconstructivo, comenta que es “como si se tratara del Tristram Shandy o cosa parecida”.


Personalmente me interesa mucho el lugar común tanto en la literatura como en el periodismo. En la literatura hay tres clichés que me fascinan:


- La consumación del amor en París

- El detective intelectual

- El misterio en torno a una gran obra de arte


En cuanto al periodismo, el colombiano —que salvo unas cuantas excepciones se caracteriza por ser poco cuidadoso en el uso del lenguaje, irrespetuoso de la sintaxis y empalagoso y lagrimón— tiene cuatro expresiones que me encantan:


- “Caía una llovizna pertinaz”

- “¡Te llamo desde la prisión!” (esta frase es una recreación del pregón inicial de El preso, una canción de Fruko y sus tesos que representa un hito en la historia de la música colombiana y a la cual los periodistas recurren cada vez que alguna de nuestras celebridades se enrola en el grupo cada vez más grande de figuras de la farándula criolla que desfila por los pabellones de nuestras cárceles)

- “En el aire reinaba una tensa calma”

- “Unas son de cal y otras son de arena”




En [ el ojo fisgón ] he intentado dar cuenta de las fórmulas que he encontrado de manera recurrente en novelas que he leído últimamente en las entradas 'fórmulas / variante # 1 del género negro: el thriller religioso-erudito', 'fórmulas / variante # 2 del género negro: el thriller terrenal', 'fórmulas / variante # 3 del género negro: el thriller filosófico-místico', 'fórmulas / la novela francesa de crisis' y 'fórmulas / la novelita romanticona'—. Cito la manera como planteé el ejercicio de identificar estas fórmulas:


“Cada género y subgénero literario tiene sus convenciones: la tragedia, la épica, los libros de caballería, la novela realista del siglo XIX, los folletines y los thrillers. Si en su momento estas convenciones debían ser respetadas para legitimar la obra y su pertenencia a un género determinado, hoy en día muchos autores las utilizan como fórmulas para inscribir sus obras en una tendencia que está teniendo éxito en el mercado y, de esta manera, congraciarse con los agentes y los editores para garantizar no sólo la publicación sino también el éxito en ventas de lo que escriben —y, por qué no, la posibilidad de pegarle a un premiecillo—.


De cierta manera la existencia y la aplicación de estas fórmulas —gracias a las cuales la literatura está cada vez más llena de lugares comunes— garantizan el funcionamiento del mercado editorial en la medida en que las editoriales, los agentes, las librerías y los autores deben inventar cada día la manera de hacer que su trabajo sea rentable para poder seguir viviendo de él. Aunque este fenómeno puede ser visto como una perversión del mercado, también hay que tener en cuenta que éste cada vez está más segmentado y, que por lo tanto, a pesar de la concentración de la industria editorial todo el tiempo están apareciendo nuevos nichos que configuran circuitos a los que los grandes grupos editoriales no llegan”.


Con respecto a las convenciones dice Mauricio:


“Hay un ensayo de John Barth titulado "Literature of exhaustion" en el que crítica duramente la literatura de convenciones, es decir la novela de impulso realista, debido a que esas convenciones había sido 'usadas' mucho. Los nuevos lectores se encontraron entonces con libros que buscaban a toda costa escapar de esos convencionalismos (y lo lograron), construyendo novelas de estructuras fragmentadas o tiempos dislocados o tipografía loca, que durante un buen tiempo alimentaron los estudios académicos de un montón de universidades. El lector que buscaba aquellos convencionalismos baratos se quedó con el ojo cuadrado viendo cómo los académicos y los escritores se divertían horrores con historias en las que cada cinco palabras te recordaban que lo que estabas leyendo no era una ficción, sino un juego literario y que, bueno, como dijeran los anuncios de Pepsi ¡Es lo de hoy!”.


Aplaudo la iniciativa de Mauricio, a la cual espero poder hacer alguna contribución a su diccionario.

1 comentario:

sfer dijo...

Delfín Carbonell, que recientemente ha publicado el "Diccionario sohez", tiene también un "Diccionario de clichés o lugares comunes". Leí la referencia en "El Cultural" de hace unas semanas, y lo apunté para echarle un vistazo un día de estos.