domingo, 17 de junio de 2007

lecturas de fin de semana [ 25 ] / 'feria del libro de madrid'


Rafael Reig escribió en el número del pasado 13 de junio de El Cultural una crítica a la Feria del Libro de Madrid que plantea una reflexión que termina cuestionando no sólo el sentido que tiene que las librerías vendan en sus stands lo mismo que en sus locales, sino también lo efímero que es actualmente el ciclo de vida de los libros en éstos.


Feria del Libro de Madrid
por Rafael Reig


Han sido vistas las diligencias seguidas contra la Feria del Libro de Madrid y ha sido probado y así se declara como:

Hechos probados

1.- Que entre el 25 de mayo y el 10 de junio hemos padecido en Madrid la 66 Feria del Libro. Ítem más: que el número de casetas de dicha Feria sobrepasa ya las 340. En el año 1963, por ejemplo, eran sólo 120. Ítem plus: que también se desarrollaron en estas fechas más de 300 actos culturales. Ítem: para visitarla hay que recorrer varios kilómetros.

2.-Que en la Feria del Libro de Madrid, si no llueve a cántaros, el ciego sol se estrella en las duras aristas de los libros, llaga de luz la piel de los lectores y flamea en las puntas de los abanicos. Ítem plus: cuando se empieza a estar a gusto, a eso de las nueve y media, cierran las casetas sin misericordia.

3.-Que de las dichas 340 casetas (con 362 expositores): 114 son de librerías. Y de esas 114 sólo 56 son de librerías especializadas. Las otras 58 son librerías generales y en casi todas ellas sólo hay los mismos veinte libros de más venta.

4.-Que el número de firmas de autores en dicha Feria se cuenta por miles e incluye desde Cocinar con Thermomix a Las caras de Bélmez.

Fundamentos de derecho

Los hechos probados son constitutivos de un delito de ensañamiento mercantil con la agravante de alevosía horaria. La Feria del Libro es una inmejorable oportunidad para acceder al fondo de muchas editoriales, ya que lo habitual es que no se encuentre en las librerías. El ciclo de vida de un libro es de una duración semejante al del mosquito o al de la lombriz. Muchas novedades son devueltas al editor sin haber llegado siquiera a abrir las cajas. Otros libros resisten unos cuantos días en la mesa, antes de “enseñar el lomo” en la estantería, señal agónica que precede a la inmediata devolución. La inmensa mayoría, sin embargo, desaparece a las tres semanas y el espacio en las librerías y grandes superficies se dedica siempre por entero a los mismos veinte libros más vendidos (y más promocionados, por supuesto). ¿Qué sentido tiene, por tanto, exponer en múltiples casetas los mismos veinte libros que están en todos lados y obligar así al lector a gastar suela de zapatos bajo el sol o la lluvia? ¿No sería más sensato limitar la Feria a librerías especializadas, instituciones y editoriales? Resulta evidente el dolo y malicioso ánimo de lucro con el que las librerías y grandes superficies infligen al visitante de la Feria varios kilómetros de más para obligarle a adquirir allí los mismos volúmenes que puede comprar cualquier otro día del año en todos los grandes almacenes y centros comerciales. Un libro de los años ochenta, en cambio, es difícil de encontrar; un mapa del Instituto Cartográfico también, igual que una obra editada por un organismo oficial. Para eso debería estar la Feria del Libro, aunque el ánimo de lucro la haya reducido a simple herramienta para multiplicar más aún las ventas de los mismos veinte “libros más vendidos”. Otrosí: las firmas de libros son una gran ocasión para ver en persona a los autores y que éstos conozcan a sus lectores. Sin embargo, ¿es de verdad tan indispensable firmar cualquier libro, desde un manual de sintaxis guaraní hasta unos comentarios al Código Penal? Otrosí: ¿por qué no es posible, cuando empieza a refrescar, tomar una tortilla de patata en un merendero, con una cerveza helada, y seguir comprando libros bajo la luna propicia? Sólo el malicioso propósito de hacer sufrir al lector las inclemencias meteorológicas explica el estrambótico horario de la Feria y la inexistencia de al menos un fin de semana en que estuvieran abiertas las casetas hasta la medianoche, incluso aunque como compensación cerraran todos los martes.

Acuerdo
Que debo condenar y condeno a la Feria del Libro de Madrid, como autora de un delito de ensañamiento comercial, a la pena de reducir el número de casetas en su próxima edición, eliminando las de las librerías generales y grandes superficies. Otrosí: deberá abrir hasta las doce la noche al menos dos sábados, con farolillos de verbena y con instalación de merenderos a precios razonables.

Así lo pronuncio, mando y firmo.

No hay comentarios.: