sábado, 26 de mayo de 2007

lecturas de fin de semana [ 17 ] / '66 feria de madrid ¿la hora del relevo?'

Con ocasión de la 66 Feria del Libro de Madrid la edición de esta semana del suplemento El Cultural, del diario El Mundo, incluye un interesante reportaje de Nuria Azancot que recoge el punto de vista de distintos pequeños editores independientes con respecto al estado actual del mercado editorial español y a la manera como éste los afecta un tema que desde el principio ha ocupado un lugar privilegiado en la agenda de [ el ojo fisgón ]—. Quienes están al frente de distintas editoriales como Abada, Alpha Decay, Artemisa, Berenice, Irreverentes, La Factoría de Ideas, Menoscuarto, Nórdica, Periférica, Rey Lear, Sexto Piso y 451 hablan de su experiencia y analizan tanto las dificultades que han tenido hasta el momento, como sus planes y proyecciones a futuro.


66 Feria de Madrid ¿La hora del relevo?

Nuria Azancot


Los nuevos editores analizan los problemas del sector en vísperas de la gran fiesta del libro que comienza el viernes


A partir de mañana —25 de mayo de 2007— y hasta el 10 de junio, la 66 Feria del Libro volverá a apoderarse del corazón de Madrid, arrastrando al parque del Retiro a miles de escritores, libreros, editores, lectores y curiosos ojeadores (y hojeadores) de novedades. Una fiesta en la que, sin embargo, la mayoría de sus 344 casetas ofrece una oferta es casi clónica, con pocas alternativas a los best sellers impuestos por el mercado. El Cultural quiere ocuparse de hoy de esas alternativas, porque en ellas se refugia a menudo el talento, la ironía y la felicidad que proporciona la gran literatura. Esa por la que han apostado los editores convocados en estas páginas, casi todos con presupuestos mínimos pero grandes esperanzas y problemas serios de supervivencia.

La mayoría de los pequeños editores no tienen caseta propia en la Feria, aunque, como explica bienhumorado Javier Azpeitia, responsable de
451, “estaremos dando vueltas por ahí: todos los libreros y los editores en tan pequeño espacio... Es demasiado tentador”. Tampoco se hacen demasiadas ilusiones sobre posibles ventas: “No creo que haya muchas”, se lamenta Diego Moreno, de Nórdica; “Para nosotros la cifra de venta en la feria no es importante, lo que nos interesa sobre todo es repartir catálogos, material promocional y llegar a un público que de otra manera no llegaríamos”, explica Paris Álvarez, de La Factoría de Ideas; “No tenemos grandes expectativas de ventas. Nuestros autores tampoco”, apunta Santiago Tobón, de Sexto Piso; “Más que ventas importa que la gente nos conozca y se interese por lo que publicamos”, destaca Diana Zaforteza, de Alpha Decay. El más optimista es Fernando Guerrero, de Abada, ya que, “aunque hablar de ventas es siempre complicado, este año esperamos movernos en torno a los 800 ejemplares vendidos...”Y claro, con esas perspectivas, se conforman, como explica Jesús Egido, de Rey Lear, con “participar en la fiesta, que nos conozcan, que toquen nuestros libros, que los hojeen, que los huelan… Que pierdan el respeto hacia el libro como algo lejano o muy sesudo y aprendan a disfrutar con él. ¡Qué más pueden pedir nuestros autores! La feria debe ser compartida por todos”.

Se trata, en definitiva, de que sus libros estén en alguna caseta, ya que la Feria es una oportunidad de salvar el cerco de silencio que a veces les acosa.


Elogio y refutación del librero


Al cabo, como explica Carola Moreno, de Barataria, “allí los pequeños tenemos la posibilidad de enseñar nuestros libros y de tomar contacto con libreros y público. Es además un excelente escaparate para los autores que, como los editores, suelen hacer su trabajo muy aislados, muy alejados de los lectores. De todas formas, la feria de Madrid es la fiesta de los libreros, el gremio más maltratado en los últimos años. Su paulatina desaparición por asfixia ante el avance de los macrogrupos es el verdadero drama del libro. Un buen librero conocedor de su oficio no tiene repuesto posible. Merecen todo nuestro reconocimiento y toda la ayuda que se les pueda prestar”.

Ellos también reclaman ayuda, aunque cada caso es muy distinto, empezando por el dinero que manejan. Así, el presupuesto de
Rey Lear para este año rondará los 50.000 euros; el de Periférica, los 100.000; Ediciones Irreverentes, los 110.000, para 29 títulos editados en 2006, y tiradas de 500 a 2.500 ejemplares; Menoscuarto cuenta con 125.000 euros de presupuesto, para 15-20 títulos anuales y tiradas de 2000 a 3000 ejemplares, “llegando excepcionalmente a 5.000”; Diana Zaforteza, de Alpha Decay, publica 9-10 títulos al año, con tiradas que oscilan entre 2000 y 2.500 ejemplares y un presupuesto “muy limitado”. Tampoco lo precisan Marian Montesdeoca, de Artemisa, ni Santiago Tobón, de Sexto Piso, ni ....

En cambio, Javier Fernández, de
Berenice, señala como “objetivos de ventas para 2007 los 300.000 euros”, con un ritmo de publicaciones de tres títulos al mes y 2000 ejemplares de tirada; Fernando Guerrero, de Abada, cuenta para este ejercicio con 440. 000 euros, “con el que pretendemos continuar nuestra media de libros por año, 30”, pero con tiradas medias de 1.200 ejemplares para los títulos de autores españoles y 2.200 para las traducciones. La excepción, claro, es La Factoría de Ideas, no en vano su editor, Paris Álvarez Ruiz, menciona “una cifra de negocio de 2.000.000 de euros que equivalen a unas ventas de unos cuatro millones de euros a precio de portada”.

Un año dramático


Pero es eso, la excepción. Quizá por ello, Carola Moreno prefiere no “enterarme demasiado de los aspectos económicos del ‘negocio’. Si lo hiciera probablemente Barataria no existiría desde hace tiempo. En todo caso, una editorial pequeña es un negocio casi siempre ruinoso. Las alegrías económicas son mínimas”. Y es que para estos editores todo es pequeño, menos las esperanzas. Y los problemas. Aunque en eso tampoco se ponen de acuerdo, ni siquiera en si existe o no la crisis del sector o cómo les afecta. En este sentido, la más clara (la más sincera) vuelve a ser Carola Moreno, quien proclama que “en privado o en público el año está siendo dramático. Acabo de estar en la Feria del libro de Sevilla. Casi todas las casetas lucían en un ochenta por ciento repetitivas cubiertas de pseudo novelas históricas. El espacio para el libro-libro es mínimo, puramente residual. Habrá otras explicaciones, pero ésa salta a la vista”.

“Se lee poco, pero más que antes”


Javier Azpeitia (
451) denuncia que “la desorientación de los lectores no se debe al exceso de libros sino a la falta de definición de las líneas editoriales, que en muchos casos las grandes editoriales fomentan para revolver las aguas”. Jesús Egido (editor y único empleado de Rey Lear) apunta que “el gran enemigo de la cultura en España es la debilidad de nuestro sistema educativo, del que el lector tiene poca culpa”. Tampoco se plantea vencer a los grandes grupos, pues “somos muy pequeños para plantearnos este tipo de carreras de velocidad, nos va más el maratón. No obstante, publicamos Alves & C. de Eça de Queiroz meses antes de que Alba Editorial editase Alves y Compañía. Y nuestra traducción, de Juan Lázaro, es magnífica.”

Por su parte Julián Rodríguez Marcos (
Periférica) reivindica el papel del editor “no sólo como intermediario entre el autor y el lector, sino también como una mezcla de hermeneuta y agente o activista cultural”. Y ofrece su personal diagnóstico: “Estamos en un momento confuso, pero también excitante. Excitante porque está en transformación. No somos agoreros: creemos en el futuro. Cada vez, eso sí, ha de ser más plural, necesita ser más plural. Se lee poco, por supuesto. Siempre se lee poco. Pero se lee más que antes. Y el número de bibliotecas ha crecido en toda España. Y tenemos confianza en ese papel futuro de las bibliotecas respecto a las pequeñas editoriales. Su ayuda sería muy útil para proyectos como el nuestro”. Y denuncia otro problema: “algunos de los autores latinoamericanos que hemos publicado han recibido, tras ser publicados por Periférica y encontrar eco en la crítica española, ofertas de grandes grupos editoriales, algunos de capital español, en sus países de origen, y también de algunas agencias literarias españolas que no han actuado con elegancia al dirigirse a nuestros autores de espaldas a nosotros...”.

Autores vetados por las grandes


Diego Moreno (
Nórdica) descubre que el balance del primer año de la editorial “ha sido muy positivo. Hemos empezado desde cero, pero se va consolidando”, aunque reconoce que “a veces los proyectos fallan porque no le damos la importancia que tienen la comunicación y la distribución”. Más: “El problema no son tanto los otros editores de mi tamaño como la inundación de los best sellers de los grandes grupos que dejan muy poco espacio a los demás. Además, estamos en un país en el que no se da la importancia que el libro tiene, y no hay apenas ayudas para proyectos culturales”.

En busca del lector fiel


También Javier Fernández, de Berenice, considera sus mayores problemas “la visibilidad y la rotación vertiginosa en el punto de venta. Mi experiencia me dice que para que sobrevivan los libros de fondo, como son mayormente los nuestros, hay que complementar la oferta con otros títulos de mayor pegada que fidelicen a libreros y lectores. El editor debe trabajar con dignidad y honestidad, y buscar soluciones mirando hacia delante. Me viene también a la cabeza el caso de J. G. Ballard. Hace unos años pedí los derechos de un libro que había sido olvidado por Minotauro, Running Wild, y en un primer lugar se nos concedieron los derechos, pero después se usó nuestra oferta para presionar a Minotauro y el libro vio la luz allí. Tras esta experiencia me dirigí al editor de Minotauro, y le expuse mi interés personal en Ballard, puesto que aún quedaba un libro inédito suyo y no quería que se repitiese la experiencia. Hemos recibido un trato exquisito por parte de Minotauro y su ayuda para obtener los derechos. Y War Fever, de J. G. Ballard, verá la luz en Berenice en el otoño próximo”.

Otro editor que ha sufrido en sus carnes editoras estas prácticas ha sido Paris Álvarez Ruiz (
La Factoría de Ideas), que recuerda cómo “sí nos hemos adelantado y hemos publicado libros que publican en grandes grupos editoriales, pero es muy difícil; no podemos hacer las ofertas que hacen ellos. Sí que hemos tenido autores a los que les han vetado publicar con nosotros a cambio de publicar con ellos, un ejemplo es la editorial Planeta. También algunos de estos grupos han comprado algún título por el que estábamos interesados sin intención de publicarlo, de esta manera impiden que sean publicados por nuestra editorial u otras y evitan competencia. Son prácticas habituales que desde el punto de vista empresarial son comprensibles pero desde el cultural no, porque ese título nunca llegará al mercado”.

Mentiras imposibles de creer


Pero, en general y a pesar de todos los problemas, estos editores rezuman optimismo, incluso cuando, como Miguel Ángel de Rus (Ediciones Irreverentes) afirma que “los editores y los políticos dicen siempre en público que todo va genial, pero es falso. Las estadísticas de lectura son mentiras imposibles de creer, pero Ediciones Irreverentes está en crecimiento. Hasta nos hemos dado el lujo de publicar un periódico literario mensual, Irreverentes, que tira 6.000 ejemplares”. En la misma línea, Fernando Guerrero, de
Abada, destaca que “para nosotros este año está siendo positivo. No diré que todo esto esté siendo fácil, pero no puedo hablar de un año dramático, ni mucho menos”. También Santiago Tobón, de Sexto Piso, lo confirma: “en medio de un panorama tan pesimista, creemos que somos afortunados”. Muy divertida, Marian Montesdeoca, de Artemisa, asegura que “¡el año está siendo todo un éxito! Nuestros libros cada vez gustan más. Sin embargo, las ventas no reflejan la buena acogida de nuestro catálogo. ¿Será que es cierto que hay crisis?”. Y es que, señala Azpeitia, “los editores somos un poco llorones, hay que tener paciencia con nosotros”. Menos entusiasta, José Ángel Zapatero, de Menoscuarto, considera que la actual crisis del sector “afecta más a las grandes editoriales. Nosotros lo notamos menos porque no nos dirigimos al gran público, sino a un público lector bastante más reducido pero más fiel. Creo que el gran problema es la excesiva producción de títulos que saturan las librerías y despistan a los lectores”. Según Diana Zaforteza, “el panorama no es muy alentador pero yo creo que los vientos son más favorables de lo que parece, eso sí uno ha de tener claro que es una profesión vocacional. Mi experiencia es claramente positiva, tanto que quiero embarcarme en otro proyecto”. O, como celebra Jesús Egido, “Debe ser por el atrevimiento de la ignorancia, pero en Rey Lear estamos encantados de haber nacido. Los lectores nos han acogido mucho mejor de lo que esperábamos. No hay que engañarse, el mundo del libro en España es el que es y quien quiera obviar esa realidad puede encontrarse con grandes frustraciones”.

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